miércoles, 11 de enero de 2012

vik muniz

Sobre el suelo adoquinado de la iglesia des Célestins, del siglo XIV, y con ramas, flores secas y hierbas de la Provenza, el brasileño Vik Muniz, 50 años, ha reproducido a Van Gogh, sólo visible desde lo alto de una pasarela. Normal: con chuches o piedras o chocolate, Muniz puede imitar un Picasso o un Cézanne.
Su técnica singular –dibuja, pega, fotografía y destruye su original–, desplegada en la iglesia y en las 110 obras de su primera retrospectiva francesa, en la Colección Lambert de Aviñón, saltó a la pantalla el año pasado gracias a Waste land, de Lucie Walkers, nominada a los Oscar y registro de una obra única en la historia del arte.
Durante tres años, la cámara siguió a los que viven de la basura de Jardim Gramacho, el mayor vertedero de Río de Janeiro. Con los desechos, los traperos reconstruyeron cuadros célebres (Goya, Miguel Ángel...) que Muniz fotografió y les dio el dinero obtenido de la subasta en Sotheby's. La prueba de que "el arte puede ser útil". Muniz desprecia toda visión elitista: "Yo no soy de ese mundo: mis padres –un camarero y una telefonista– entraron por primera vez a un museo para ver una exposición mía".
Tampoco él los frecuentaba. El color y la imagen lo asaltaron desde las ilustraciones de libros hojeados en la biblioteca pública. Y si empezó una formación más académica, a sus 14 años, gracias a una beca, "mi escuela fue la calle, muy especialmente la de Nueva York, con su vitalidad artística".
Una herida de arma blanca, cuando intervino en una riña carioca para proteger a un inocente, fue compensada por su protegido, "un hombre muy rico", con el billete de avión a EE.UU.
A partir de la idea del museo imaginario de Malraux ("la totalidad de lo que la gente puede conocer hoy, incluso y sobre todo de lo que no está en los museos") y de sus lecturas sobre psicología visual, percepción y óptica, y gracias a la falta de encasillamiento de Nueva York, "donde un artista puede pasar de la publicidad a la galería o la sala de subastas", Muniz concibió su propio universo.
Solicitado por la publicidad –"sé donde colocar la imagen para que sea visible"–, su nacimiento artístico fue Memory Rendering, una muestra para la que dibujó varios arquetipos contemporáneos y luego fotografió sus dibujos. Imágenes creíbles "y en cierto sentido falsas: la fotografía permite mentir sin faltar a la verdad".
Del pigmento rojo –"auténtico veneno cuando lo manipulas"– a su intento actual de crear a partir de acero líquido, Muniz frecuenta el riesgo.
En Aviñón, en ese espacio en el que Miquel Barceló creó su Pasodoble y, en el 2007, una fan mancilló con un beso de pintalabios un Twombly, en medio de una de las más importantes colecciones de arte moderno, el marchante Yvon Lambert explica que Muniz "interpreta obras muy conocidas, ancladas en el imaginario popular, para crear un mundo al mismo tiempo familiar y nuevo. Su pretensión es la mía: que a la gente común le interese el arte".
 Un nuevo arte ha llegado a Manhattan. “La pintura fotografiada”, que consiste precisamente en crear una obra de arte con diferentes materiales, normalmente óleo mezclado con distintos elementos, como hilo, algodón o alambre, o recientemente incluso chocolate, azúcar y disparatados objetos.

La parte final es el concepto del nuevo estilo. Una fotografía perfecta de la obra finalizada, que no te deja claro si lo que ves en las galerías es pintura o es fotografía. La imagen visual te confunde por los diferentes volúmenes que puedes percibir gracias a los materiales. Y hasta que no te acercas a centímetros de las obras, de tamaños exagerados, no puedes distinguir el detalle de la obra.
El creador ha sido Vik Muniz, un artista brasileño asentado en Manhattan, que en cada una de sus exposiciones, juega precisamente a mezclar  cuadros reales con sus fotografías para confundir a todos los espectadores, que se quedan asombrados con el impacto visual. La historia del artista y de todos los conceptos por los que ha pasado su estilo es realmente interesante.
 Vik Muniz llegó por primera vez a los Estados Unidos a raíz de un balazo que recibió en Brasil. El agresor, que juró confundirse de víctima al disparar, le chantajeó ofreciéndole dinero a cambio de que no denunciara. Y así es como Vik Muniz a principios de los 70 se compró su primer billete para volar a los Estados Unidos. Una historia cómica y subrealista, como todas y cada una de sus obras de arte.
Como todo joven artista, al principio no sabía muy bien hacia donde enfocar su talento. Y empezó a trabajar haciendo prácticas en empresas de publicidad, donde pronto empezó a ser conocido por su sarcástica creatividad. Sus obras desde un primer momento, han sido siempre extremadamente sarcásticas, riéndose e incluso burlándose de clásicos como el Starbucks o  las reconocidas enciclopedias británicas.
A raíz de todas estas bromas, trucos y juegos visuales ha sido como el artista se ha ganado una reconocida fama que le ha llevado a vender sus obras a mas de 20 mil dólares.
Este pasado, jueves 10 de Noviembre, acompañándonos un clima espectacular en la gran manzana. Celebró un cóctel de presentación en una galería privada de Chelsea. Tan sólo una hora después de la apertura de puertas,  todas y cada una de las obras habían sido fugazmente vendidas.
El artista que habla siempre de sus principios turbulentos, tiene totalmente el futuro asegurado en una ciudad tan admirada como Nueva York.
Os recomiendo encarecidamente,  que veáis este discurso para que os riáis y entendáis el porqué, de la fama que ha conseguido  este curioso artista en la ciudad. Como él mismo dice: “no es tan fácil encontrar un arte que te haga reír y admirar al mismo tiempo”. Sarcasmo y talento unidos. Un disparate indiscutible para muchos, pero que le han llevado, a ser uno de los artistas más estudiados y seguidos en todas las escuelas de diseño y arte de la ciudad, donde numerosas tesis de final de carrera se inspiran en su concepto, fotografiando esculturas e incluso realizando collage de otras fotografías, para llegar a un original resultado final.

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