martes, 20 de marzo de 2012

isidro nonell

Nacido en Barcelona el 30 de noviembre de 1873, en una familia burguesa. Como dibujante y pintor se le puede considerar un verdadero autodidacta. En sus obras siempre sintió preferencia por los tipos mas desgraciados. Residió bastante tiempo en París, pero ello apenas si le marcó. Sufrió el desdén del público y la oposición de la crítica.

En una exposición celebrada en 1910 obtuvo un gran triunfo, y su consagración oficial y definitiva, aunque póstuma, ya que murió en 1911, llegó con la Exposición de Barcelona de 1918.

Crecido en la Cataluña de finales de siglo, Isidre Nonell, precursor de la renovación de la pintura en Cataluña a principios de siglo, es la figura prematuramente desaparecida, que centra dentro de su misma generación la promoción siguiente a la de Ramón Casas (1866-1932). Pocos años de diferencia entre estos artistas, como se puede ver, y sin embargo, un abismo en su realidad histórico-social, y por consiguiente grandísimas diferencias en su concepción artística.
 La principal clave de modernidad de su pintura, según mi punto de vista, reside en él, en su mentalidad de artista, de creador libre. Nonell es de una personalidad única, remetida en si misma, ajena a toda escuela, ciclo o movimiento. Era el jefe de una estética unipersonal, y si se le preguntaba por posibles trastiendas estéticas de lo que estaba haciendo, reaparecía la desconfianza del antiguo mercader de pastas para sopa y respondía ‘Jo pinto, i prou’, y decía verdad, porque su pintura no era guiada por otras razones que las de un sensualismo deleite por el color y la forma. A la hora de pintar su voluntad, su apetencia, prima sobre cualquier otra cosa. Por tanto no acepta una temática impuesta, ni unas reglas compositivas académicas. Él simplemente es pintor, y pinta, si no hay otro remedio, para él, para sentirse satisfecho consigo mismo. Por tanto, su mentalidad es totalmente moderna y esta genera una pintura moderna.

La total libertad para el pintor ante su creación, por la que luchará y sufrirá toda su corta vida, lo convierten en un pintor moderno. Y a consecuencia de esta actitud fue rechazado, insultado y humillado por casi todos. Esto en palabras, unos cien años después, queda incluso poético, pero vivir esta realidad para él tuvo que ser muy trise y frustrante. Tal vez la lectura de dos textos incluidos al final, ayuden a comprender mejor la situación que vivió Nonell. Quien con el tiempo fue angustiándose por el hecho de que con su pintura, no sacase ningún provecho económico y prácticamente fuese mantenido por sus padres. La idea de que, a pesar de sus constantes desvelos artísticos, pudiese ser considerado un inútil, le humillaba y le hacia repetir: ‘desde luego que yo me gano la vida, lo que ocurre es que no me la pagan.’

Es necesario admitir, no obstante, que Isidre Nonell no fue una victima inocente de tantas malquerencias. Su temperamento no fue ajeno a esas enemistades creadas. Incluso los que le apreciaron coinciden al calificarlo como una persona terriblemente irónica, propensa a la maledicencia.
 Su mentalidad se debe, en parte, a su corto paso por la ‘Llotja’, este fue enormemente importante; no tanto por lo que le enseñaron en las aulas, que también tuvo importancia, sino porque en aquel ambiente aprendió a pensar y reaccionar como artista. Allí descubrió el mundo del arte, comprendió lo que era la pintura, por consiguiente, lo que era pintar.
En 1901, tras un año de divagación después de su regreso de París, sale el verdadero Nonell. Deja de lado los tonos calientes, que daban a su obra un carácter radiante, lleno de luz y en cierto sentido alegre, obras de juventud que respondían a un concepto un poco aburguesado, consecuencia de la estética modernista-impresionista. Y pasa a ser el Nonell al que hacemos referencia. Ya no hay dudas, sabe lo que hay, qué tiene que hacer y no admite otro mundo que el suyo. Todo esto queda reflejado en su pintura. Hace un viraje total y en menos de dos años pasa de la luminosidad a la tenebrosidad y libera su mundo de miseria y fealdad.

Este convencimiento de su personalidad y valía como artista, queda muy bien reflejado en el comentario que hace, en una de sus cartas enviadas desde París a Casellas dando cuenta de la impresión que le causaron los impresionistas franceses,
 o de C. Monet, Degas, Pisarro, Manet, Renoir, etc., incluso lo encontré con poca sustancia, insuficiente. Ahora todo esto lo he visto con detención y me gusta mucho más que al principio, pero de todas maneras para mi no es tan grande como creía’, y acaba diciendo: ‘...Sunyer (que de pasada está muy bien y no le falta nada) como hace más tiempo que está aquí ha podido comprender mejor lo que digo y piensa lo mismo que yo. Y me decía que todavía no ha visto ninguna nota de color de ningún joven que se pueda comparar con muchas de las que hacen los jóvenes en Barcelona...’
Nonell quiere impulsar su arte en el mundo artístico e intelectual de la época, sin poder conseguirlo, y por ese motivo se siente herido en todo su orgullo de pintor. Lucha y sufre, y esto hace que se vuelva más seco y arisco; nada más le queda un círculo reducido de amigos y admiradores, entre los cuales se encuentra su gran amigo Canals y los de la redacción del semanario Papitu.

En la Barcelona finisecular, entre la gente de bien, la pintura sólo se concebía aplicada a los temas de historia y a los retratos mundanos. Los pintores pensaban en el Museo y en la Academia. Sin embargo el arte de Nonell se identifica con los mendigos, con los cretinos, con los gitanos, con la mala vida. Su academia eran las barracas de los suburbios de la falda de Monjuïc, y las tabernas de los barrios bajos.
Queda claro que, aproximadamente a partir de 1901, un tema domina sus cuadros: las gitanas. Ahora bien es difícil determinar si en la actitud de Isidre Nonell al preferir estas modelos tenía algo que ver alguna idea preconcebida a favor de los miserables y oprimidos
 Se ha dicho, y no por pocos autores, que la temática de su obra es provocada por el ambiente que lo envuelve. Que es una manera muy suya de protestar contra la sociedad en la que se educó, al pintar a los desheredados de la vida que son el ‘producto defectuoso’, por así decirlo, de su sociedad. También dicen, y eso es cierto, que no hace crónica social. La figura de la gitana no está en su medio cotidiano, pintoresco, lo que le aleja enormemente del romanticismo costumbrista. Pero creemos que eso no es cierto, o al menos no es lo que le lleva a pintar este tipo de personajes.

Es verdad que el hecho de que pinte gitanas en unos tiempos en que los jurados de los certámenes oficiales, la crítica y el público en general preferían a José Moreno Carbonero y a otros pintores de género, se puede interpretar por el camino corto, o de un modo simplista, como una protesta a su sociedad. Pero si se profundiza un poco más, te das cuenta de que está muy por encima de todo eso. Su pintura a partir de su regreso de Francia es únicamente pintura, no literatura. No hay por tanto nada que leer.
 Nonell plasma en estas obras un interés por el mundo real con una actitud que contrasta fuertemente con el optimismo de la Restauración. Sinceridad en la atención de las cosas, que no precisan de matiz subjetivo alguno, para mostrarse tal como son y por ello mismo poseen atención y veracidad, descubrimiento de lo que existe, sin edulcoración, pero también sin compasión sentimental.

Lo que los nuevos artistas buscan es precisamente, la sinceridad que en los tremendistas no se encuentra. El tremendismo quiere suscitar sentimiento, lágrimas, recurre a todos los efectos a su alcance para lograrlo. Por el contrario artistas como Darío de Regoyos, Nonell, el primer Mir, Canals, quieren ofrecer la realidad cotidiana tal como ella es. Sin cargar las tintas pero sin tibieza. La sinceridad aleja los excesos sentimentales como aleja también el idealismo y la espiritualización y se enfrenta directamente a los predicadores de la belleza esgrimiendo una razón bien sencilla: el mundo no es bello, la realidad española del noventa y ocho no es amable, no hay belleza en la Barcelona urbana e industrial, en los marginados en el proletario.
 Complicaciones no tuvo ni se las buscó, hacia tan sólo lo que le dictaban los sentidos, aquello que el corazón le decía que tenía que hacer. Sigue de una forma obstinada las directrices que se ha trazado para lo que tiene que ser su pintura: una insistente búsqueda de la calidad de la materia hasta que se haga grasa, pastada, madura, exactamente como si fuese el resultado de un largo proceso de cocción o de fermentación. Para Nonell toda la pintura se reduce al color, pero no el color de las tonalidades exaltadas, sino el de las graves, no el que estalla superficialmente, sino el que parece emerger del fondo del cuadro. Eso es lo más importante para el pintor, mucho más importante que el dibujo (se le critica, no del todo injustamente, una cierta repetición de la pose de sus modelos y de escamotear algunos problemas de composición, tales como el pintar las figuras con la cabeza inclinada o escondiéndoles las manos). Lo que cuenta para Nonell, es la pintura en si misma desligada de cualquier significación. De ahí la radical incomprensión de la mayoría de los críticos al hecho de que para el artista los mendigos, gitanos, y seres que eran tenidos por feos, sucios y miserables fuesen un mero pretexto para poder trabajar la pasta de un modo generoso.
Esta primordial valoración del color entre los diversos elementos pictóricos determinó la actitud nonelliana frente al arte, caracterizada por una voluntaria abstracción de todo contenido y resumida en la célebre frase, ‘Jo pinto i fora’ (Yo pinto y nada más), con la que respondió a alguien que quiso saber sobre su estética.
 Nació el 30 de noviembre de 1873 en Barcelona. Cursó estudios en la academia de Mirabent, fue discípulo de Caba y con discípulo e Mir y de Carats en la escuela de la Academia de Bellas Artes 1893, formo con estos el denominado " grupo del azafrán ", con los colores amarillos que predominaban en sus obras, junto a ellos expone por primera vez, en mayo de dicho año, en la sala Parés. En 1894 concurre a la exposición colectiva del Círculo Artístico y, en 1895, a la de la sala Parés. Hasta 1895, su pintura fue casi exclusivamente de paisaje, Playa de Arenys de Mar de 1891, Crepúsculo y Montjuich al atardecer, de 1894. Su pintura integrada plenamente en el movimiento expresionista europeo, se caracteriza por el dramatismo y naturalismo que presiden sus obras. En 1897 y en unión de Canals, viaja a París, y expone en la galería Le Barc de Boutteville. De regreso a Barcelona, en 1898 expone en la taberna de los Quatre Gats y en el salón de La Vanguardia. Vuelve a París para hacer una nueva exposición en la galería Vollard. Su estudio en la rue Gabrielle lo cedió al joven Picasso, al que ya conocía y trataba en Barcelona. En enero de 1902, al exponer en la sala Parés, todavía presenta paisajes, pero también figuras. La exposición provoca reacciones negativas, pero vuelve a exponer en junio del mismo año y en enero de 1903, siempre en la misma galería. Cuando en 1908 se funda el semanario humorístico Papitu, es uno de sus colaboradores gráficos, lleno de gracia y de intención en sus dibujos. En enero de 1910 se realiza su última exposición, en la galería Fayans Catalá. Isidro Nonell falleció el 21 febrero de 1911, a los 37 años, a consecuencia de una fiebre tifoidea.

"La historia de los pintores Marià Fortuny e Isidre Nonell es muy parecida: los dos murieron jóvenes, con 36 y 38 años respectivamente, en un momento en el que estaban inmersos en un proceso de cambio, por lo que es una especulación querer saber hacia dónde iban a llevar su obra y qué iban a pintar a continuación", explica Cristina Mendoza, subdirectora del Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC), y una de las mayores especialistas en Nonell, el pintor que falleció el 21 de febrero de 2011, hoy justo hace un siglo.
Considerado uno de los pintores catalanes más destacados de principios del siglo XX y una figura básica del último modernismo, Nonell, nacido en Barcelona en 1872, se caracteriza por tratar temas que no estaban de moda en su tiempo y centrar sus trabajos en seres marginados, como los afectados de cretinismo, una enfermedad congénita que provoca retardo en el crecimiento físico y mental y, sobre todo, a mujeres gitanas, su producción más personal y singular, que aparecen lejos del folklorismo y siempre en actitud reflexiva, aislada, cabizbaja y melancólica. "Nonell es el artista denostado de la pintura catalana del siglo XX, porque su pintura fue una patada en el estómago a la burguesía conservadora acostumbrada a trabajos más amables y coloristas", explica Mendoza.
Tras volver de París, donde vivió entre 1897 y 1900 y contactó con las vanguardias del momento, expuso en cuatro ocasiones en la Sala Parés, la única galería de Barcelona, a partir del año 1902. "De forma monotemática presentaba las figuras aisladas de mujeres de etnia gitana, sin ningún tipo de anécdota, con un lenguaje nuevo y provocador, por lo que la crítica fue tan feroz y el rechazo tal, que el propietario de la galería le aseguró que jamás volvería a exponer y se recomendó que incluso ingresara en un manicomio", explica la experta en arte del siglo XIX. Pese a la adversidad continuó pintando en su estudio, aislado de las corrientes del momento y mantenido por su familia que era propietaria de un pequeño comercio de pasta para sopa cerca del Palau de la Música.
Así hasta que en 1910, Miquel Utrillo, "un personaje vital y el cerebro de operaciones artísticas de principios de siglo que no ha sido del todo reconocido" recomendó al dueño de la galería del Faianç Català de Barcelona que organizara una antológica sobre Nonell. Según explica Mendoza, "nunca una muestra de este tipo fue tan fácil ya que se trató de coger las obras que Nonell tenía en casa ya que no había vendido nada de su producción".
La exposición fue todo un éxito, "porque había evolucionado, había aclarado su paleta y sus mujeres eran más amables, menos derrotadas, aunque sin grandes concesiones a la anécdota". Lo curioso, explica Mendoza, es que Nonell, no quiso acomodarse al público, y lejos de ahondar en su éxito cambió de tema y se dedicó a los bodegones, que nunca había cultivado y pintó 11 antes de fallecer en febrero de 1911.
Pese al poco reconocimiento que tuvo en vida, Nonell es hoy un autor muy valorado por carismático y uno de los más cotizados de su época. El MNAC cuenta con 46 pinturas y 150 dibujos (algunos de los cuales ilustran la fotogalería que acompaña el texto) que permiten seguir su trayectoria pictórica entre 1901 y 1911, aunque no dispone de ninguno de los paisajes que realizó solo en su juventud. La colección es, según Mendoza, "la mejor de este autor, tanto en pintura como en dibujo", aunque aclara que sus cuadros y dibujos están muy repartidos en colecciones particulares catalanas y del resto de España, de donde procedían "Gitana" y "Dos Gitanas", que se pudieron ver el año pasado en la exposición Convidats d'Honor que organizó el MNAC para celebrar sus 75 años.
En el año 2000 la propia Cristina Mendoza, junto a Merce Doñate, comisarió la exposición "Isidre Nonell, 1872-1911" que se pudo ver en el MNAC y luego viajó a Madrid. "Fue una antológica muy buena donde reunimos una buena cantidad de obras e hicimos un catálogo razonado donde publicamos toda la bibliografía y la correspondencia, además de rehacer el catálogo de la exposición de 1910 que significó el reconocimiento del pintor", asegura Mendoza para justificar que este año no esté preparada ninguna actividad coincidiendo con este aniversario.
Si está previsto que Mendoza imparta un curso de verano de la Universidad de Barcelona (El Juliol a la UB) sobre este autor. "Será sobre el año 1911 analizado como bisagra entre dos épocas, fue el año de la muerte de Nonell y del fin del modernismo y la fecha del nacimiento simbólico, con la primera exposición de Joaquim Sunyer, del noucentismo"
este  catalán está injustamente olvidado, y debemos recuperar su arte y su memoria, su importancia en la pintura catalana y española es vital. Fué un auténtico revolucionario, su pintura chocó de frente con todos los conservadores, pero analizar la época de Nonell, la barcelona más convulsa de la historia, atentados anarquistas en cada esquina, la segunda república a punto de nacer.... era un hervidero cataluña y no sólo el mundo de la política sino el arte, necesitaba un cambio radical que Nonell supo ver. Pero Nonell fué el primero, y los primeros no siempre son los más reconocidos.
Un jovén malagueño, pablo picasso ruíz miraba extasiado la pintura de Nonell, fué ahí cuando supo cúal era su camino.

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