domingo, 17 de junio de 2012

la imagen multiplicable

El punto más débil del daguerrotipo era la imposibilidad de sacar copias, por lo que se producen innovaciones técnicas que permitirán la copia de una placa original, destacando el calotipo o talbotipo, procedimiento que posibilitaba multiplicar las imágenes partiendo de un negativo de papel, lo que implementó enormemente la industria fotográfica e inauguró el verdadero futuro de este arte: la obtención de millares de copias de una sola toma. Igualmente en el decenio de 1850, se daría un paso más en la modernización fotográfica: las placas de cristal utilizadas serían sensibilizadas con colodión, lo que equivalía a reducir el tiempo de exposición a sólo dos segundos, ofreciendo las imágenes un resultado espectacular por su gran nitidez. Finalizando dicha década, el procedimiento denominado del colodión seco finiquitaría con el engorro que suponía el hecho de tener que sensibilizar la placa pocos minutos antes del disparo fotográfico, pues las placas podían almacenarse durante meses, estando disponibles en cualquier momento. El ahorro de tiempo y  la comodidad para el profesional eran algo evidente.

Empero, la práctica fotográfica era todavía un oficio pesado -y pesaroso- cuando el operador decidía abandonar las cuatro paredes del estudio y se decidía a tomar placas al aire libre. En esos casos, debía transportar un voluminoso y pesado instrumental que cargaba a lomos de una caballeriza, o bien introducía en carros-laboratorio, ya que era indispensable arramblar con la totalidad del material, viajando por si fuera poco por los tortuosos caminos que vertebraban la piel de toro. Empiezan a fotografiarse paisajes, vistas monumentales de ciudades y obras de arte, siempre repitiendo los códigos narrativos impuestos por la pintura, que eran asumidos sin discusión por los profesionales de la fotografía antes de ser trasvasados a las placas que tomaban.

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