año 200o, usa.. Director: chirtopher nolan. actores:guy pearce, carrie anns moss, joe pantoliano, mark boone.
Leonard es un investigador de una agencia de seguros cuya memoria está
irreversiblemente dañada por culpa de un golpe en la cabeza, sufrido al
intentar evitar el asesinato de su mujer: éste es el último hecho que
recuerda del pasado. A causa del golpe, ha perdido la memoria reciente,
es decir, los hechos cotidianos desaparecen de su mente en unos minutos.
Así pues, para investigar y vengar el asesinato de su esposa tiene que
recurrir a la ayuda de una cámara instantánea y a las notas tatuadas en
su cuerpo.
La película tiene partes en color y en blanco y negro. En color vemos al
personaje y la historia principal al revés. En blanco y negro lo vemos
repasando los “hechos” que le han colocado en la situación en la que
está, contando la historia de Sammy Yankis y hablando por teléfono con
alguien* (esta parte en orden normal). Durante la cinta parece que esos
dos momentos son distintos, que uno es la acción y el otro está metido
con calzador para aclarar los puntos más oscuros de la historia (aunque
haya aspectos que se dejan en suspenso hasta el final**) y diferenciados
cromáticamente para no despistar. Por ello algunos afirman que esas
justificaciones están metidas de forma artificial en la cinta y que no
quedan bien ensambladas. Pero no es así ya que la parte en blanco y
negro, una vez a cumplido el cometido de contarnos la historia de
Yankis***, acaba confluyendo con la parte en color en un único hilo
narrativo (de tal forma que lo que empieza en B/N acaba en color en la
misma secuencia), es ahí cuando acaba la película y empieza la parte de
la historia que nos han contado. Por tanto la parte en B/N no son
secuencias en el éter de las justificaciones metidas a la fuerza y Nolan
demuestra su preocupación por evitar que esa parte sea un recurso
gratuito como suele ser el uso indiscriminado del flasback.
Por otra parte muchas opiniones defienden que si se contara de forma
lineal no valdría mucho la historia, pero ¿valdría el Sexto sentido al
revés? Tampoco, como toda película con sorpresa, ya que el final
sorpresa lo sabríamos al principio y perdería interés (es un ejemplo
simple pero práctico). En esta película pasa lo mismo, nos cuentan una
historia en la que la sorpresa está en las causas, no en los efectos. La
“tarea” del protagonista surge de la manipulación ****, pero nosotros
no lo sabemos. Si cuentan eso al principio no habría final (principio)
sorpresa. Así, no se trata de contar una historia hacia atrás y
aprovechar la inevitable confusión que de ahí se deriva. Se trata de
utilizar a la perfección todos los recursos que de una historia contada
al revés pueden extraerse colocando el final sorpresivo en el principio,
utilizando dos líneas de narración que acaban confluyendo para explicar
perfectamente la manipulación de la que ha sido objeto el protagonista,
creando tensión entre escenas usando (sin que se le escape de las
manos) esa confusión... Y todo esto gracias a un montaje y un guión
milimétricos.
Luego, algunos de los errores que se comentan (ej: sube al coche a veces
sin comprobarlo en la foto etc.) son nimiedades que no afectan a la
estructura de la historia (que sería el auténtico error*****) y sirven
para evitar un metraje excesivo y redundante. Una vez asumido el
problema del protagonista no es preciso que se recalque cada vez que
hace algo que no lo recuerda. En los westerns no se atan los caballos
con nudos marineros, pero todos “suponemos” que están bien sujetos con
dos vueltas mal dadas a las riendas.
El gran mérito de esta película es, sin duda, que nosotros al verla
padecemos la misma enfermedad que Leonard. Aunque parezca que su
narración homeostática (que cuando acaba el personaje está en el mismo
lugar que cuando empezó pero con la riqueza adquirida en su viaje) y
estructura es anárquica, estamos ante un planteamiento eficaz y sobre
todo con muchísima intención. No es una propuesta posmoderna meramente
estética.
¿Por qué la película empieza por el final y se suceden las escenas al
revés hasta el principio? Para que nosotros, igual que Lenny, no sepamos
por qué estamos ahí. Lenny corre por la calle huyendo de alguien y se
pregunta: ¿por qué persigo a este tío? Y nosotros nos preguntamos con
él, ¿por qué persigue a este tío ahora de repente así sin más? Luego
Leonard se da cuenta, a la vez que nosotros, que el perseguido es él. Y
así escena tras escena. Es fácil identificarse con la locura que es su
vida porque nosotros descubrimos a la vez que él las cosas. (Lo malo es
que él no las recordará y nosotros sí, lo que nos convierte en unos
privilegiados porque nosotros sabremos lo que pasa y él jamás se
acordará).
La propuesta es sencilla, te invitan a vivir la pesadilla de una
enfermedad real (terroríficamente cierta) durante casi dos horas, donde
hay un monstruo que se alimenta de falsos recuerdos. La persona que era
sólo vive en sus pensamientos, porque la persona que es hoy no tiene
nada que ver con la que fue.
Se ha inventado a sí mismo a través del dolor, el odio y la venganza, y
cuyo único nexo de unión entre esas dos personalidades es la muerte de
la esposa y la sensación de pérdida que le invade en todo momento.
No es una película fácil y se merece varios visionados. Pero no hace
falta entenderla al 100% para captar la esencia de lo que es, (uno puede
llegar a comprenderla del todo sobre todo en el 2º visionado. Yo
necesité verla otra vez pasado un tiempo para digerir si lo que había
visto era la obra maestra del año o una tomadura de pelo).
La 2ª vez vas más preparado y puedes centrarte en la trama y esos giros
de guión invertido. Porque la segunda vez, como nosotros sí tenemos
recuerdos, (afortunadamente) y no padecemos la enfermedad de Lenny,
atamos cabos recordando qué escena venía a continuación.
La primera vez con Memento es una aventura, y hay que afrontarla con
valentía y dejarse llevar. Hoy puedo decir que para mí se trata de una
pequeña joya del cine moderno de uno de los directores más interesantes
del panorama.
Memento se convirtió rapidamente en una obra de culto gracias a su
ingenioso planteamiento narrativo. Ahora, más de diez años después, la
película es todo un referente por muchas más cosas.
Christopher Nolan es un genio. Eso, a estas alturas, es indiscutible.
Sin embargo, cuando se estrenó Memento, Nolan era solo ese chico que
había sorprendido con Following. En su primera gran película, el
cineasta británico deslumbra al mundo con una puesta en escena soberbia y
una técnica narrativa tan peculiar como atractiva. Nolan deslumbra al
espectador, que se mueve a tientas por la película hilando mentalmente
algo que es, basicamente, algo sencillo contado de manera compleja. No
obstante, que sea sencillo no significa que sea obvio. Es sencillo si se
tiene en cuenta la base, pero es precisamente en ella donde radica el
mayor logro de Memento. Nolan inventa un thriller psicológico bien
camuflado, con toques de cine negro y la inteligencia del mejor cine
británico. Los detractores argumentan que Memento es lo que es
exclusivamente porque "está montada al revés". Me hace mucha gracia. A
mi modo de ver, es como decir que Ciudadano Kane es una obra maestra
porque reinventó los planos (entre otras cosas). Obviamente, si a
Memento le quitas su fantástica línea narrativa, te queda una película
"simplemente" bastante buena, pero no hay un atisbo de cordura en decir
que la película, sin su mejor baza, sería menos buena. Claro. Y si mi
abuela tuviera cojones, sería mi abuelo.
Guy Pearce realiza una actuación portentosa (tal vez la mejor de su
carrera). Es protagonista total, epicentro del terremoto que es Memento,
y consigue hacer a su personaje incluso mejor de lo que ya de por sí
es. Cada gesto de Pearce está estudiado y medido, metido en su sitio y
consruido para armar un personaje sólido, chocando con su mente
disfuncional. Carrie-Anne Moss está enorme. Su escasa capacidad para
expresarse con la cara se convierte en Memento en la mejor arma de la
actriz. Metida en su personaje a fondo desde el principio, representa a
la perfección una de las dos caras de la moneda con la que 'Leonard'
viaja desde el principio. La otra cara de dicha moneda es la
interpretada por Joe Pantoliano. El fantástico actor demuestra (como si
aún alguien se atreviera a dudar de él) que se mueve como un Dios en el
Olimpo en el registro con el que le toca lidiar. Pantoliano es un actor
enorme, de esos capaces de aportar millones de detalles a cada personaje
que interpreta para convertirlo en algo único.
Nolan abandona sus contrapuntos, siempre tan interesantes, en su eterno
choque con el otro, ya sea mediante personajes o mediante el montaje.
Memento es el rompecabezas básico de la identidad, un puzzle obsesivo de
luces blancas tan impactantes como borrosas dentro del todo que
pretende mostrar. Su prota...vive una vida que no es vida, una vida de
eterno renacimiento con el debido viaje por el río Leteo, aquel que
elimina cualquier recuerdo de lo que fuimos o supimos ser. Su clave es
el policial velado, pistas tras pistas hasta intentar reconstruir a un
hombre fragmentado por su propia condición. El ritmo es empastado,
denso; los tonos son oscuros, a veces con un toque de perversidad
gratuita: el personaje es tratado con dureza por el director, no se le
concede nada, pero nada.
La peli se va armando conforme el personaje construye su vida, esto en
lo personal me molestó puesto que al ser un narrador subjetivo el avance
de la trama es, a mi gusto, excesivamente dificultoso y lleno de
trabas.
Pero la atmósfera nebulosa y gris de Memento favorece finalmente a una
puesta en escena que busca recrear que tan frágiles podemos ser, que tan
torpemente podemos entender los senderos de nuestras propias vidas.
Lo tiene todo. Es original, inteligente, sugestiva, intrigante y
angustiosa. Y todo un reto. Porque has oído hablar de ella, de su
montaje complicado, del despiece de las escenas, del guión enrevesado y
del laberinto de la estructura y piensas que tú lo vas a resolver a la
primera. Sólo porque fuiste capaz de armar el puzzle de 8.000 piezas que
te regaló la tía Paqui por Navidad. Pero esto es mucho más difícil. Ya
lo creo. Porque es como si, cada noche, tu hermana Eva se llevara la
mitad de las piezas, o tu sobrina Pili añadiera las de otro puzzle o el
cabroncete del primo Nano se entretuviera en cortar en trozos más
pequeños las piezas, ya de suyo raquíticas. Y, para rematar, alguien ha
perdido la hoja de la muestra. O sea, que no tienes donde fijarte, no
sabes qué es verdadero o no, ni sabes si la gente que está contigo va a
ayudarte o a boicotearte. Tienes tu inteligencia, sí, pero te falta la
experiencia de haberla aplicado antes; eres un gato escaldado pero no
sabes por qué, ni de qué, ni de quién tienes que huir. Eres el ordenador
más sofisticado del mercado pero no hay memoria; estás en blanco. Como
eres muy bueno, consigues almacenar unos pocos datos apresurados, todos
los días antes de que el sistema se bloquee y tengas que volver a
empezar a la mañana siguiente con el disco duro vacío. Y así día tras
día, subiendo la piedra hasta arriba de la montaña a ver si ésta vez es
la buena, y consigues llegar a la cima con ella, pero no... Antes de
llegar volverá a caer a toda velocidad y tú detrás con el cansancio, la
angustia y el miedo de todos los días de pensar que no vas a conseguirlo
nunca.
Esas son exactamente las horripilantes sensaciones que me ha transmitido
el hombre sin memoria de esa película. He reconstruido con él, las
piezas de la historia, fatigosamente, con la incertidumbre de que
tenemos que recurrir a sensaciones que pueden ser falsas, porque no
tenemos hechos, ni experiencias, ni recuerdos... Es decir, no tenemos
nada... Y, con nada y menos, y la "ayuda" de amigos o enemigos, no
estamos seguros, hemos llegado a reconstruir el final...
Se suele creer que el final es lo que le confiere el mayor clímax a una
historia. Y eso es lo normal, es el formato más corriente en las
películas, en los libros... Pero no siempre es así.
Algunas veces, conocer el final no condiciona en absoluto la emoción del
relato. Bien porque el relato en sí es tan rico o nos ha gustado tanto
que no nos importa volver a vivirlo una vez y otra, aunque conozcamos su
conclusión; o bien porque el final es lo menos relevante, y el
desarrollo de la trama es lo que verdaderamente atrapa; o bien porque el
desenlace se ofrezca desde el principio, aunque, eso sí, despertándonos
el interés suficiente para querer averiguar qué ha sucedido hasta ese
momento.
Hay ocasiones en que el final lo es todo, y desvelarlo antes de tiempo
puede arruinar una película o un libro. En otras ocasiones, sin embargo,
el final puede ser el principio.
Como en "Memento".
Muy pronto nos damos cuenta de que lo que vemos en los primeros
fotogramas es un hecho que ha ocurrido en el último eslabón de una
cadena (bueno, al menos, relativamente hablando). El porqué y el cómo es
lo que tendremos que ir descubriendo.
Desde ese suceso del comienzo, iremos volviendo atrás sucesivamente.
Viajaremos por la memoria dañada de Leonard, por su incapacidad para
crear recuerdos permanentes desde el espantoso momento que trastocó toda
su vida.
Nolan utiliza una técnica muy efectiva para provocar suspense:
fragmentos de narración que siguen el orden cronológico a la inversa.
Bien empleado, este recurso puede mantener muy atento e interesado al
espectador. Y, una vez demostrada la habilidad para contar el argumento
al revés, existe otro elemento fundamental para que todo el edificio
construido no se tambalee ni termine por caerse: que el desarrollo sea
sólido, impactante, que las partes queden bien ensambladas y que, cuando
termina la película, no nos quede una sensación de cojera argumental, y
lo más importante: que el "principio" sorprenda como lo haría un buen
final (si habláramos de un thriller lineal, por supuesto).
Para mí, Nolan ha pasado airoso la prueba. Un gran montaje bien
planificado, y un guión solvente que me ha hecho reflexionar bastante
sobre la fragilidad de la memoria. Sobre lo difícil que es vivir sin
recuerdos. Sobre lo difícil que es no poder olvidar ciertas cosas.
Y sobre lo fácil que es engañarte a ti mismo, sobre todo si te niegas a
ver tu propia verdad y no tienes que hacer el menor esfuerzo para
sumirte en el olvido.
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