sábado, 2 de junio de 2012

todos los hombres del presidente

El mes de junio, todos los diarios del planeta sacaban el portada el nombre y el cargo que en 1972 tenía Garganta Profunda. Corroborado más tarde por el propio diario, la fuente era Mark Felt, de 91 años de edad, que, en los meses en que el Post publicaba todo lo que conseguía averiguar sobre las escuchas de los republicanos, era el número dos del FBI. Bob Woodward y Carl Bernstein, los dos periodistas del Post juraron que nunca revelarían la identidad de su fuente hasta que ésta muriera y la verdad es que estaban cumpliendo su palabra hasta que Felt apareció en las páginas de Vanity Fair, situación que llevó al Post a entrar en acción, confirmando que la identidad de Garganta Profunda era cierta, Mark Felt era quien se reunía con Woodward para llevarle por el buen camino.
El escándalo que acabó obligando a Richard Nixon a dimitir de su cargo de presidente de los Estados Unidos el 8 de agosto de 1974 salió a la luz la noche del 17 de junio de 1972, en plena campaña electoral, con la detención de cinco hombres en el complejo Watergate de la capital norteamericana, en las oficinas que el Partido Demócrata tenía en el edificio. El caso inédito de que un presidente dimitiera causó tal estupor en EEUU que rápidamente fue llevado al cine por dos de sus estrellas: Robert Redford y Dustin Hoffman en el papel de Woodward y Bernstein, respectivamente, además de Jason Robards como el carismático director de The Washington Post, Ben Bradlee, que se llevó el Oscar al mejor actor de reparto en la ceremonia de 1976. Dirigido por Alan J. Pakula, el film, basado en el libro que dio el Premio Pullitzer a los dos periodistas, “Todos Los Hombres Del Presidente”, comienza igual: Woodward recibe una llamada temprana en su diminuto apartamento a las afueras de Washington D.C., al otro lado de la línea está el redactor jefe que le ordena ir cuanto antes a los juzgados, ya que Al Lewis, veterano reportero nocturno del diario, ha estado en el Hotel Watergate y se ha enterado del arresto de cinco hombres que se encontraban en las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata. Woodward acepta refunfuñando (era un sábado por la mañana temprano) y se acerca a los juzgados donde descubre que los cinco tipos, provistos de guantes de goma, equipo fotográfico y diversos mecanismos de escucha, estaban siendo acusados de allanamiento para “robar documentos, pinchar teléfonos e instalar escuchas electrónicas”.
A primera vista, se trataba de un grupo de “fontaneros” –como se conocía a los que hacían el trabajo sucio de la Casa Blanca, pero más tarde Woodward escuchó que uno de ellos, James McCord, se declaraba ex agente de la CIA y funcionario de seguridad del Comité para la Reelección del presidente Nixon, algo que dejó al reportero fuera de lugar (en aquellos años, escuchar el nombre de CIA echaba a temblar a cualquiera y no menos a un reportero de calle de veintitantos años). Después de su regreso a la redacción y de informar al redactor jefe Harry Rosenfeld (interpretado por Jack Warden), éste le pasó los datos de Woodward a Howard Simons, digamos el brazo derecho de Bradlee, (interpretado por Martin Balsam). Los dos se reunieron en el despacho de Bradlee (excelente Jason Robards) y decidieron que tanto Woodward como Bernstein se hicieran cargo del caso. En el film se puede ver cómo Hoffman recoge los papeles mecanografiados por Redford para retocarlos y éste se levanta de su mesa para reprochárselo. Hoffman le dice que no está bien redactado y Redford le contesta que sólo debía de habérselos pedido. En ese momento llega Rosenfeld y les ordena que sigan el caso. La mirada entre los dos reporteros muestra la escasa simpatía que sentían el uno por el otro, especialmente Woodward (Redford), aunque la peligrosa y larga investigación les unirá en una buena amistad.
Durante el film, el espectador ve cómo Woodward recibe mensajes en el The New York Times, diario al que estaba suscrito, de su fuente anónima llamada por él mismo como Garganta Profunda, en honor al film pornográfico que se había estrenado ese mismo año y que había causado gran impacto. En una secuencia se ve a Woodward hablando con Garganta (interpretado en el film por Hal Halbrook, aunque no se le ve la cara) en un aparcamiento subterráneo de la capital. Garganta le irá guiando pero sin decirle demasiado hasta que en uno de los encuentros, con un Woodward ya agobiado por el caso, le aconseja que “siga el dinero”, cosa que harán los dos reporteros. Bernstein se desplaza a Miami para hablar con un oficinista en una secuencia en la cual Hoffman al ver que la secretaria de dicho empleado le da largas, se marcha y desde un teléfono público la llama haciéndose pasar por alguien de la empresa para que vaya, en ese momento Bernstein se cuela en el despacho y consigue un cheque de un donativo para la campaña de Nixon con el nombre de un señor que había asegurado por teléfono a Woodward que lo había enviado al comité de reelección. “Sigue el dinero”.
En otra escena, Bernstein, a altas horas de la noche, consigue ponerse en contacto telefónico con el fiscal general, quien en un arrebato de ira por cómo iba avanzando el caso, amenaza a la dueña del Washington Post, Katharine Graham (personaje que no aparece en la película), con “pillarse las tetas con la máquina de escribir”. La tensión del film va creciendo conforme la investigación va llegando a su final, un final que en la película se ve cómo Nixon habla por la televisión sobre su próxima victoria mientras Bernstein y Woodward escriben en sus máquinas de escribir los artículos que le obligarán a dimitir.
la película y el libro van de la mano, de echo este libro es el guión de la película y basicamente no hay ninguna diferencia, así que amigos, disfrutad del mayor escandalo político destapado de todos los tiempos. Y digo el mayor... porque salió a la luz, que seguramente haya trapos sucios de mayor calado, como la muerte de keneddy, como el reinado de los bush, y vete a saber si obama es realmente negro... hasta aquí puedo escribir.... para que el fbi no detecte mi solitario y aislado blog, y lo autodestruya en menos tiempo de lo que tarda jhon wayne en llevarse la mano al paquete. oh right.

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