año 1985. 125 minutos. terror. España. director eloy de la iglesia.
Reparto: pedro mari sanchez. queta claver, asier fernández, cristina
goyanes, luis iriondo,
sinopsis: Tras abandonar el seminario jesuíta de Loiola, Roberto, por mediación
del párroco de su pueblo, encuentra trabajo como preceptor de dos niños
huérfanos, sobrinos del conde de Etxebarria. Basada en la novela de henry james.
Es la particular adaptación que hace Eloy de la Iglesia de la
inquietante y estupenda novela del mismo título, que ya ha dado otro
gran título al cine ("Suspense", de Jack Clayton), y adaptaciones más o
menos correctas como "Los últimos juegos prohibidos", o mediocridades
disfrazadas de cine de calidad, como la española "El celo".
De la Iglesia, como no podía ser menos, hace una adaptación muy
personal, porque para que vaya de acuerdo con los intereses de este
director maldito del cine español, le cambia el sexo al personaje
protagonista, que de aya, pasa a ser "ayo", para que la morbosa y
ambigüa relación del niño con su cuidadora de la historia original pase a
ser aquí de corte homosexual.
Contra todo pronóstico, De la Iglesia se olvida aquí por un instante de
los delincuentes, drogadictos, etarras, quinquis y navajeros que siempre
han poblado su cine y se mete en una historia de misterio de la que en
mi opinión sale sorprendentemente bien parado.
Es la que más me gusta de sus películas, pues tampoco hay ninguna otra
que me convenza demasiado, aunque sí que me gusta "El pico", y me
parecen simplemente interesantes, pero muy coyunturales, "El diputado",
"El sacerdote" o "Los placeres ocultos".
Alejándose esta vez de sus habituales docudramas sociales y de sus
crónicas urbanas de adolescentes marginales, Eloy de La Iglesia aborda a
mediados de la década de los ochenta esta particularísima versión de la
célebre novela de Henry James Otra vuelta de tuerca. Debemos estar sin
duda ante la adaptación más kitsch y sui generis de cuantas se hayan
hecho del clásico británico a lo largo de la historia, tal es el
tratamiento que en todo momento adquiere éste en manos del director
vasco.
De La Iglesia no duda en hacer suyo el texto literario introduciendo
algunos cambios significativos en su film. El escenario al que se nos
traslada por ejemplo ya no es aquella misteriosa mansión de Bly en la
que se desarrollaba la acción de la novela original sino que es ahora un
regio caserón situado a orillas de la costa cantábrica. Asimismo los
nombres de los protagonistas ya no son Mr Quint o Mrs Jessel sino los
más reconocibles Don Pedro y Doña Cristina.
Con todo, el cambio más notable es el que se produce en relación al
cambio de sexo del personaje principal que en la novela de James era una
mujer y en esta versión cinematográfica es un hombre, hecho éste que
trastoca por completo el sentido de la obra original. Añádase el detalle
además de que nuestro joven protagonista es un ex seminarista que acaba
de abandonar la orden de los jesuitas y al que nada más arrancar la
película encontramos sumido en un mar de dudas – y no solamente de tipo
religioso.
Durante algunos años hubo una tendencia casi generalizada en este país a
ningunear la figura de Eloy De La Iglesia y a denostar todas y cada una
de sus películas. Parece, no obstante, que en los últimos tiempos se
empieza a hacer justicia y comienza a reivindicarse a un cineasta
valiente e irrepetible cuyo legado cinematográfico presenta además un
incalculable valor sociológico.
Más que como un ejercicio de valentía y de transgresión, esta versión de
Otra vuelta de tuerca podría interpretarse como un auténtico exorcismo.
De La Iglesia utilizaba el cine y sus películas como un instrumento
para sacudirse de sus propios fantasmas y demonios. Fue el precio que
tuvo que pagar como autor de una obra apartada de convencionalismos y de
discursos políticamente correctos en una época muy determinada. El
fantasma de la represión en todas sus vertientes – social, religiosa,
sexual- se movía con especial soltura en una obra como la de De La
Iglesia. Nada mejor que una historia de fantasmas para, mediante otra
vuelta de tuerca, intentar ahuyentarlo.
El éxito popular de sus previas "Colegas" y las dos entregas de "El
pico" tuvo para de la Iglesia un aspecto materialmente muy positivo pero
cinematográficamente enormemente nefasto. Tal es así que esta "Otra
vuelta de tuerca" no solo pasa por ser la gran película de su autor sino
uno de los films descollantes en el género de terror de los 80 a nivel
mundial. Así de claro. El público, despistado, fue reacio al film (mucha
culpa de ello tiene el propio de la Iglesia empeñado en venderse a
productos fáciles, gratuitos y al filo de la navaja, denigrando su buena
y no poca capacidad de hacer cine), y la crítica, que sigue manteniendo
semisepultado al mismo, sin valorar en lo necesario las conseguidísimas
cualidades de la película y que han dejado a su autor en un
encasillamiento, por otra parte, repito que buscado y quizás,
tristemente merecido.
El reto para de la Iglesia era tremendo. La adaptación de una obra del
díficil y gran Henry James que ya diera pie al inolvidable "Suspense" de
Jack Clayton. El resultado fue un soberbio film de horror, un
notabilísimo ejercicio cinematográfico.
Es la historia de un preceptor de débil espíritu (Sánchez), que tras ser
incapaz de consumar su vocación jesuítica, será enviado por el conde de
Etxeberría a su mansión a fin de educar a sus dos sobrinos. Allí
descubrirá que debido a un luctuoso pasado, las almas de la anterior
institutriz y del jardinero se están apoderando de las mentes y cuerpos
de los dos niños. De la Iglesia cambia la obra de James, pues, en
ciertos aspectos: la ubica en el País Vasco y la institutriz original es
sustituida por un preceptor, lo cual supone un acierto total y absoluto
que permite al cineasta remarcar y conceptutalizar el permanente sesgo
homosexual de su cine, de forma sobresaliente, sugerente y bellamente
trágica.
De tal forma se extrae un film hermoso de soberbio terror espiritual,
esmerado y sugerente, de permanente halo mágico y perfecta realización
-sugiere tanto como muestra, cualidad de muchas obras maestras del Cine,
no lo olvidemos-, resultando ambigua y fascinante, de imponente
atmósfera y puesta en escena, con una soberbia fotografía y gran
capacidad de poderío en sus imágenes (todas las apariciones de las almas
del jardinero y la institutriz...). Magníficas son también las
interpretaciones de Pedro Mari Sánchez como el torturado/atormentado
preceptor, y de Queta Claver como la criada de la mansión, con unos
niños que no les van a la zaga, en un conjunto de agradable y muy
conseguido, por inaudito, perfume clasicista, casi inpensable.
Una gran película, la obra maestra de su autor, que pide a puro grito de celuloide su justa revisión y reconocimiento.
lo mejor de la película es lo que deja caer, está vez eloy de la
iglesia, se deja de yonkies, de homosexualidades, que tb las hay pero
más bien insinuaciones, no renuncia a su estilo pero nos insinua cosas, y
crea una atmosfera genial en toda la cinta. demostrando que es un
director nada reconocido, pero que hay joyitas en su filmografia, y sin
duda está es su mejor película.
Un gran película, dejaros de los otros de amenabar, eso es un juego de
niños, al lado de lo que ocurre en este film, eloy de la iglesia genio y
figura.
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