miércoles, 12 de septiembre de 2012

el último tren a gun hill

1959. usa. western. director: jhon sturges, reparto: kirk douglas, anthony quinn, carolyn jones, earl hollyman.
sinopsis: El sheriff Matt Morgan (Kirk Douglas) ha jurado llevar ante la justicia al asesino de su esposa, una joven india. Su tarea se complica cuando se entera de que el padre del sospechoso es un viejo amigo suyo, el ganadero Craig Belden (Anthony Quinn). A pesar de todo, Morgan está decidido a arrestar al hijo de Craig y marcharse con él en el tren de las 9:00.

Culmina John Sturges la década de los cincuenta, como no podía ser de otra manera, con un notabilísimo western que pone colofón a unos años excelentes para el engrandecimiento, glorificación y mitificación de este género por parte del director americano. Tanto la nota como los piropos anteriores están evidentemente puestos desde la admiración personal ante un estilo y una puesta en escena tan característica como única.

Y es "Last Train from Gun Hill" una de mis preferidas. Por la historia, por el reparto, por la música, por el desenlace...pero sobre todo por todo lo que se pone en juego durante la hora y media de metraje. Rick Belden (Earl Holliman), el hijo del poderoso cacique Craig Belden(Anthony Quinn), y su compañero se cruzan en la vuelta a su rancho con una mujer india y su hijo. El casual y fatal encuentro termina con la violación y asesinato de la que también es mujer del Sheriff Matt Morgan (Kirk Douglas) quien comienza aquí una búsqueda de justicia, que no de venganza. Esto convierte a Matt inmediatamente en un héroe a los ojos del espectador que ve a este antiguo pistolero, ahora defensor de la ley, el único baluarte ante la injusticia y el crimen. El argumento se termina de completar al descubrir a Craig Belden como viejo amigo de Matt y ahora convertido en un ranchero que domina el pueblo, la justicia y la tierras de Gun Hill. Tras conocer la relación entre asesino y su amigo Matt no dudará en ir a Gun Hill en busca de Rick y su compañero para, por supuesto, ponerlos a disposición de la ley. A partir de aquí veremos a un héroe solitario que se tiene que enfrentar al miedo y al silencio cómplice y cobarde de los habitantes de Gun Hill y a la protección de un padre que intentará por todos los medios evitar que su hijo sea capturado. Solo, y al final, contará con la comprensión y ayuda de Linda (Carolyn Jones) una ex-amante del ranchero a la que la valentía de Matt y su despecho hacia Craig termina llevándola al lado de la justicia.

Ni que decir tiene que Kirk Douglas hace de nuevo un trabajo soberbio. Su voz, a veces quebrantada, y sus discursos contenidos en el dolor marcan su actuación y representa con fidelidad un hombre herido pero que antepone la ley a su venganza personal. La réplica se la da un también magnífico Anthony Quinn. De su duelo interpretativo se sacan dos o tres escenas de un altísimo nivel. Una vieja amistad enfrentada por la fatalidad del destino y que ambos asumen comprendiendo la situación del otro pero enfrentándose al cruel reencuentro.

Con la excepcional música de Tiomkin y un desenlace poderosísimo se completa este western que, plagado de influencias de clásicos anteriores ("Solo ante el Peligro" o "3:10 to Yuma"), culmina una década que quedará marcada en la historia del cine por el bonito idilio entre Sturges y el western y que tanto hace disfrutar a los amantes del género.

 Obra maestra, pieza de sabroso visionado que contiene todo tipo de alicientes: el magistral arranque del filme encierra un plano memorable ( el rostro del violador visto tras la rueda en movimiento del carro ), la parte en la que se presenta al personaje ambiguo interpretado por Anthony Quiin ( nos lo presentan en una sala de estar llena de objetos que le da un aspecto barroco, anticipo de la complejidad del tratamiento psicológico del personaje ), la reflexión subyacente en el subsuelo consistente en cual debe ser el alcance de la venganza, el valor de la amistad y de las relaciones paternofiliales, la debilidad de los aparentemente fuertes, la fuerza del amor...

Se trata de una obra artística de primer nivel que es punto de reunión de actores en estado de gracia, un director sensible y artístico, y banda sonora del maravilloso Dimitri Tiomkin. Por último cabe señalar que comparte su base argumental con otras películas en los años cincuenta ( era tema recurrente en los Western el enfrentamiento de un hombre contra una sociedad sin ideales, la misión que tiene un hombre íntegro de hacer justicia, más en concreto de conducir a un malhechor a un tren para juzgarlo posteriormente en este caso ).

Recomiendo que los espectadores vean también El tren de las 3:10 de Delmer Daves, pues comparte temática con la película comentada pero bajo otro punto de vista y enfoque distinto.
 Soberbia en todos los sentidos, desde la maravilla de guión (algunas frases son memorables), la perfecta dirección de Sturges (va a lo suyo, sin efectismos, si hacerse notar, cuidando la historia y a sus personajes), el fantástico duelo interpretativo de Douglas y Quinn (¡soberbios los dos!) , la música de Dimitri Tiomkin (muy a la 'antigua usanza', de esas en las que al final no recuerdas ninguna melodía, pero acompaña toda la película de manera magistral), el diseño de producción, la fotografía (me encanta cómo se usa el paisaje, con árboles secos y de raices torturadas para realzar en pantalla el estado anímico de los personajes)...

La tensón va creciendo poco a poco, y al final parece que la puedes cortar con un cuchillo de tan alto nivel de intensidad conseguido.

Todos los personajes están muy bien elaborados, desde los dos principales a todos los secundarios, y entiendes sus motivaciones a la perfección.

El realizador John Sturges destacó sobretodo gracias a excelentes westerns que dejó para el recuerdo y enriquecimiento del género. En esta ocasión el film nos cuenta una tensa y trepidante historia en la que el Sheriff Matt Morgan (Kirk Douglas) busca a los asesinos de su mujer, uno de los cuales es el hijo de un antiguo amigo suyo, craig Banden (Anthony Quinn), quien además es un poderoso ganadero de un pueblo vecino.

Por un lado, Sturges nos plantea la acción principal del film, en la que un sheriff tiene que viajar y permanecer en un territorio totalmente hostil para conseguir llevar a los asesinos ante la justicia, con una puesta en escena sobria pero efectiva, amparándose en las estupendas interpretaciones tanto de Kirk Douglas como de Anthony Quinn, sin duda los actores del momento más idóneos para este tipo de personajes eminentemente físicos.

Sin embargo, en el film subyacen otras lecturas no menos interesantes que la acción pura y dura con que nos obsequia el director. Por un lado hay la idea de la llegada de los nuevos tiempos (no hay que olvidar que el film es de finales de los años 50 cuando ya el género empezaba a apuntar hacia el llamado "western crepuscular"). Algo que es más bien gradual. Mientras que en el pueblo de Matt se respira tranquilidad y civismo (se resalta que hace más de nuevo años que no hay ningún tiroteo ni se roba un caballo), integración de los indios incluida. En el de Craig todavía está anclado en los viejos tiempos donde un cacique ganadero impone su voluntad por encima de la ley y de quien haga falta. De hecho no hay que olvidar que es el hijo del cacique el que lleva la violencia al pacífico pueblo de Matt. Esa llegada paulatina queda reforzada por el uso del tren que hacen los personajes. Parece que ya no sólo es necesario un caballo para cruzar amplias extensiones de tierra. La preeminencia del ferrocarril es evidente, no sólo por la importancia en su desenlace sino que también personifica esos nuevos tiempos que acabarán imponiéndose.

Por otro lado, también hay que mencionar la importancia creciente de la ley, cuando lo más tradicional es tomarse la justicia por su mano y aplicar el consabido "ojo por ojo". Por más que sea un asunto personal, muy relacionado con la venganza, Matt se ampara en la ley para detener al hijo de Craig. Pero el inteligente guión lo plantea de una forma muy interesante ya que ambos personajes tienen poderosos motivos que les llevará a un inevitable enfrentamiento entre ambos, ya que Craig como padre no quiere permitir que juzguen y condenen a su único hijo.

En un asunto tan de hombres, el elemento femenino queda bastante relegado a un segundo plano, una Carolyn Jones que apenas tiene peso en una trama perfectamente hilvanada, impresionantemente bien interpretada y no menos bien dirigida por uno de los grandes maestros del género del western: John Sturges.
 Recuerdo con melancolía que cuando vi esta película del Oeste, adquirí definitivamente mi devoción por este bendito género. Desde entonces la repito cada vez que puedo y, al contrario que en otros casos, con la misma intriga y la misma emoción que aquella lejana primera vez.

La primordial virtud de esta fantástica obra reside en la gran tensión palpable durante tres cuartos de metraje (amén de un buen comienzo), provocada por dos aspectos principalmente: el portentoso pulso narrativo que le imprime la experta y artesanal batuta de John Sturges, uno de mis favoritos, injustamente poco recordado y a menudo infravalorado; y, en segundo lugar, el inolvidable duelo interpretativo, de primerísimo nivel, entre dos titanes de Hollywood: Kirk Douglas y Anthony Quinn, que ya habían actuado juntos pocos años antes en “Ulises” (Mario Camerini) y “El loco del pelo rojo” (Vincent Minnelli).

Dimitri Tiomkin ofrece una partitura, como siempre, de gran calidad, esta vez muy agitada y sumamente descriptiva, mientras que el director se apoya inteligentemente en la profesionalidad y la excelencia de esos dos grandes intérpretes y en una sencilla pero sutil fotografía para sacar adelante un guión trágico y bien construido: una india, esposa de un sheriff, es violada y asesinada por dos jóvenes, uno de los cuales es hijo de un terrateniente, casualmente viejo camarada del sheriff recientemente viudo. Éste, sediento, cuando menos, de justicia, parte en busca de los dos jóvenes insensatos. De ese modo, el sheriff tendrá que enfrentarse, sólo ayudado puntualmente, a su antiguo amigo y a un pueblo coaccionado por este último, una vez consigue apresar a su hijo, queriendo llegar hasta el final a cualquier precio, para vengar la muerte de su inocente esposa.

El guión saca a colación sentimientos como el amor, la venganza, la constancia, la desesperación, la valentía, el arrepentimiento, el rencor o el racismo; indaga de forma precisa en el dilema de los dos protagonistas, que se verán obligados a dejar de lado una vieja amistad; y en la psicología de ambos personajes, el uno, valeroso ante un entorno hostil y solo ante la adversidad, obcecado justificadamente en castigar a los asesinos; el otro, irremediablemente sacrificándolo todo por su hijo (aun conociendo su culpabilidad), resignado ante la ruptura de esa antigua amistad, y profundamente apenado por el cariz que toma el curso de los acontecimientos, pidiéndole perdón a su rival y amigo en un final lleno de amargura por no haber sabido educar mejor a su hijo. Dos hombres que deberán obedecer a un destino ineludiblemente violento y fatídico.

Lo verdaderamente destacable es la habilidad y el acierto con que Sturges, de forma natural y directa, nos conduce, ante la tensión acumulada y mediante un crescendo dramático impagable, hasta un clímax final de tragedia clásica, dejándonos uno de los westerns más conmovedores, intensos y memorables que cualquier amante del género haya podido ver.
 Sturges es un gran director, que se rodea de un gran reparto, tiene los medios necesarios y un guión elaborado... imposible que no salga una gran peli, de tan rico caldo. La fuerza de este genial western, son los personajes y la tensión psicológica que se respira entre ellos. Ninguno puede ceder en sus pretensiones, y ambos saben que están abocados a un trágico final. El final de la peli, es magistral, de una tristeza absoluta en el anden del tren de gun hill. Yo de ti me subiría a ese tren, no te puedes perder esta genial película

No hay comentarios:

Publicar un comentario